Quisiera explicar
el pétalo
envolvente y dúctil de tu cuerpo,
la tibieza dura que
sella
tu epidermis,
el sol que se
levanta
de tu piel dormida,
la dulzura fértil
que nace de tus labios.
Pero no puedo
explicar tanta magia,
tanta fuerza de
lluvia
sobre las hojas
tiernas,
tanto polvo de sol
acumulado en tu
sonrisa.
Por eso vengo,
mariposa perdida
entre tus brazos,
como alguien que
perdió sus lunas hace tiempo
y encuentra los
reflejos del cosmos
en el roce de tu
piel de ámbar.
Por eso vengo
náufraga de mis
propios mares,
amarrada a las
cadenas de humo
en ti desvanecidas.
Por eso se ablandó
el diluvio de mi almohada
y las flores ríen
con todo su clamor
de frescura
silenciosa.
Por eso las puertas
de la sombra
se cerraron para
siempre.
Y soy de ti
en este refugio de
coagulada luz
donde la ola
encendida de tus manos
conoce los secretos
de mi piel de brisa.
Y puedo decir ahora
que todas las noches
en esta noche se
apiñaron.
Se desborda la rosa
de nocturnos
parpadeos
y la luna sangra
con placer violeta.
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